Siempre leo detenidamente las notificaciones oficiales. Estudio con particular atención los avisos de los servicios de información del Estado. A fin de cuentas los escriben para mí: el Estado intenta comunicarse con uno de sus hijos. Como cuando un padre o una madre inicia con cierta reticencia una conversación seria con uno de sus vástagos. Y no voy a ser yo quien se oponga.
Voy a dejar de fumar. Voy a beber menos. Voy a comprender por qué debo pagar impuestos. Voy a mantenerme informado sobre convenios y reglamentos. Y voy a votar cada cuatro años. De esta forma tendré respuesta a todas las exhortaciones que reciba.
En mi opinión, todo funciona tal como debe funcionar. Es como un folletón algo árido y enrevesado en el que mi humilde personaje tiene derecho a participar y que incluso puede en parte coescribir.
El horizonte —creo que ésta es la palabra adecuada—, el horizonte de esta constante e interminable campaña de información puede parecerme a veces, sin embargo, restringido y trivial.
Es agradable que Hacienda devuelva dinero, y probablemente es acertado instalar detectores de humo y extintores de incendios. No se trata de esto. Pero las estrellas, por ejemplo, o el misterio de la vida, o un libro importante que debería leer, nada de esto es asunto del Estado. No tengo que preocuparme por ese tipo de cuestiones. La tierra sigue su curso alrededor del sol sin mi ayuda.
Echo en falta un recuerdo ocasional de que existo. Porque estoy aquí solamente esta vez y no he de volver nunca. También esto puede resultar fácil de olvidar. Yo lo sé, es obvio que lo sé todo el tiempo, sólo con que me pare a pensarlo. Pero nadie me impulsa a hacerlo. Aquí no rige ninguna pública confidencialidad. Si en medio del flujo de la información olvido que estoy vivo, es problema mío.
Puedo imaginar el siguiente comunicado oficial a la población en los principales periódicos del país: «Aviso importante a todos los ciudadanos y ciudadanas. ¡El mundo está aquí y es ahora!»
Jostein Gaarder (Oslo, Noruega, 1952). La primera obra literaria de Gaarder fue el libro de relatos “El Diagnóstico” (1986). Posteriormente escribió varios libros destinados a lectores infantiles y juveniles, como “Los Niños De Sukhavati” (1987) y “El Castillo De La Rana” (1988). Con uno de sus mejores libros, “El Misterio Del Solitario” (1990), texto que cuenta la historia de un joven noruego que viaja hacia Atenas con su padre marino, Jostein ganó el Premio de la Crítica en su país natal y, entre otros, el Premio Europeo de Literatura Juvenil. “El Mundo De Sofía” (1991) logró que su nombre traspasara fronteras convirtiéndose en un best-seller internacional. Posteriormente y, por lo general enfocando su literatura al público infantil y juvenil y siempre invocando en sus intrigantes tramas un sentido existencial, didáctico y filosófico, Jostein Gaarder publicó “El Misterio De Navidad” (1992), premio Europeo de Literatura Juvenil, “El Enigma y El Espejo” (1993), “Vita Brevis” (1996), “¿Hay Alguien Ahí?” (1996), “Maya” (1999), “La Biblioteca Mágica De Bibbi Bokken” (2001), co-escrito junto a Klaus Hagerup, “El Vendedor De Cuentos” (2002) o “La Joven De Las Naranjas” (2003).
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