“Yo guardo la fe
Tú encuentra el milagro”
Vetusta Morla

La metáfora es un pez dorado y viejo que conoce todas las trampas y los portales infinitos del destierro. Ante nosotros toma cuerpo su mapa irresoluto de cordilleras que atraviesan el cielo dejando en envidencia nuestra ineludible condición de extranjeros. La metáfora nos destierra, nos arroja afuera y lejos de nuestro lugar seguro.
El peregrinaje comienza tanteando los signos extraños, dejando que la turbulencia de los terrritorios desconocidos agiten nuestros sentidos anesteciados por la legibilidad confiable de un territorio supuestamente nuestro. Cazar, domar, acariciar una metáfora es iniciar el viaje, uno en el que vamos trazando rutas cada vez más escabrosas, inéditas e insospechadas. Atravesar una metáfora es descubrir la multiplicidad de nuestro universo y con ello nuestra pertenencia a ningún lugar.
Quien escribe “guarda la fe” en la metáfora, quien lee “encuentra el milagro” -los versos los tomo prestados de una hermosa canción de Vetusta Morla-, pero hay tanto milagro en ella como búsqueda consciente. Si de verdad existe un milagro este acontece después de una larga, o por lo menos, intensa indagación, un ejercicio de fe.
Para que la metáfora ocurra quien la descubre debe haberla vivido anteriormente, debe haber sido atravesado por una experiencia intraducible que encuentra al fin su nombre en esa trampa del lenguaje -sea quien la escribe o quien la lea. A pesar de que una metáfora jamás logrará evocar fielmente la experiencia –no es su propósito nunca-, funciona como un salvavidas en una noche de tormetas, ayuda a que la imagen emerga del caos que es la profundidad. Con la metáfora nombramos las cosas, los sentimientos y los hechos como si fuese la primera vez que un niño dice “mamá” o “perro” para designar la vida que pulula ante sus ojos.
Hay metáforas danzando en todas partes, sin embargo prefiero las que se descubren con el esfuerzo y el rigor de un arqueólogo. Prefiero las metáforas que se resisten a la exhibición, las que clavan en mí su incertidumbre, su precioso desafío.
Me gusta tener la tarea de desentrañar un verso durante días, meses, quizás años como si de un acertijo se tratara. Me gusta irme a la cama pensando en una metáfora cuya puerta no he logrado abrir; besarla, golpearla, ensuciarla, limpiarla de mí, ser su espectadora y al mismo tiempo su despiadada dramaturga.
Me gusta pasear las metáforas mientras camino, presentarles las calles nuevas, el aire nuevo, el cielo nuevo, propiciarle un diálogo con el mundo que conozco. Esperar que entre ella y yo ocurra “el milagro”, un milagro que no espero de la nada, al contrario, uno que sucede después de un arduo trabajo. Al final del día las metáforas terminan por convertirse en una recompensa pero sobretodo en una pequeña pero intensa felicidad, en un extásis. Es la recompensa de encontrar en una masa informe de palabras un rostro, una sensación, un paisaje, una sentencia.
Mi relación con las metáforas exige tiempo y distancia, confrontación y espera, por eso dedico tanto tiempo a la relectura porque hay que volver a la llaga hasta que sangre, hasta arrancar la costra y encontrar el milagro.


Diana Moncada (Caracas, Venezuela, 1989). Poeta e jornalista cultural, prologuista do livro Al filo de Miyó Vestrini, do selo editorial independente, Letra Muerta. Colabora com a Revista Poesía da Universidade de Carabobo. Participou como pesquisadora do projeto Mostra de Valorização do Patrimônio Teatral Venezuelano. Tem trabalhado com jornalismo cultural em diversos veículos venezuelanos, como El Universal, Contrapunto e Correo del Orinoco, especialmente em matérias sobre literatura, artes visuais e artes cênicas.

Publicado por:Diana Moncada

Poeta y periodista cultural (Caracas, Venezuela 1989). Autora del poemario Cuerpo crepuscular (2015) que resultó ganador del Concurso de Autores Inéditos de Monte Ávila en el 2013. Prologuista del libro Al filo Entrevistas de Miyó Vestrini de la editorial independiente Letra Muerta. Columnista en la revista brasileña Philos y administradora del blog Antología de la conmoción. Su trabajo periodístico ha sido publicado en las secciones culturales de varios medios de comunicación venezolanos como El Universal y Contrapunto. Poemas suyos han aparecido en la Revista Poesía de la Universidad de Carabobo, Revista Insilo, Círculo de poesía y otras publicaciones. Actualmente vive en Lima.

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