Yo me burlo. Tú te burlas. Él se burla. Ella se burla. Ustedes se burlan. Nosotros nos burlamos. Así, desde el gobierno, desde la ideología de un sector que no ha querido incluir a quien piensa diferente. Yo sí, tú no. Esto sí, aquello no. Así, durante casi dos décadas. Sentirse mal por estar en contra, sentirse mal por no sentirse incluido, sentirse mal por la división, aceptar el “bullying” nacional como política de Estado. Eso es lo hemos sido, aunque a algunas personas les cueste aceptarlo. La burla política como método de humillación pública.
Y sí, hablemos de la humillación pública. Hitler lo hizo. Mao lo hizo. Era efectivo. En el gobierno de Mao en China, por ejemplo, era un método de castigo por la comisión de diversos delitos. En esta foto, por ejemplo, el hombre que tiene el gorro es un funcionario acusado de seguir y promover ideas capitalistas:
Con este método, el gobierno de Mao alentaba a la gente a actuar desde la revolución, a mostrar fidelidad y a no «desviarse». Ahora, vea esa foto e imagine que cada una de estas personas no son rostros, sino mensajes lanzados a través de los medios de comunicación. Imagine tweets, estados de Facebook, memes, pantallas de televisión, emisiones de radio. ¿Qué vale más, la presencia de un rostro o el mensaje? Ahora, imagine que los rostros de esta misma foto pertenecen a los gobernantes de un país, gobernantes que deben velar por todos los sectores, gobernar para todos los sectores, procurar la protección de todos los sectores. Imagine que en el medio no hay un hombre, sino una idea. Imagine que le gritan por pensar diferente, que lo humillan como castigo por no formar parte de algo, que le gritan porque la libertad de existir y pensar de forma diferente no es posible. Así ha sido mi país en los últimos 18 años. La burla como política de Estado.

En Venezuela, un joven estudiante se desnuda ante centenares de militares y policías. ¿Su petición? El cese de la represión. ¿Su castigo? Represión. Bombas y perdigones contra su cuerpo pálido y desnudo. ¿La postura oficial? La burla. La risa. El bullying. La humillación pública a través de comentarios sobre su cuerpo. El presidente de mi país se burla de él y se burla, así, de una idea. Y no es nuevo. Oponerse al gobierno de mi país es, por ende, sufrir el desprecio por parte de la política oficial. Es que te llamen burgués, escuálido, derechista, fascista, contra-revolucionario, majunche, “manitos blancas”, terrorista, oligarca, imperialista. También se burlan del hambre con la popular frase “la dieta de Maduro te pone duro”. O se burlan de los venezolanos que tuvieron que cruzar el río Guaire (río que constituye la principal vía de desagüe de las aguas residuales de Caracas) para evitar ser reprimidos por militares utilizando el hashtag #AlGuaireLoQueEsDelGuaire. Es decir, los venezolanos que protestan como metáfora de aguas residuales, como lo que sobra, como lo que se desecha, como lo que huele mal.
No sé lo que es ser ciudadana de un país donde sus representantes políticos no ejerzan el poder desde la intimidación, la humillación y el acoso. Las ideas de los que estamos en contra de ellos son, así, un cuerpo desnudo recibiendo perdigones. Una vez, en una manifestación, un defensor del gobierno lanzó una botella de vidrio directamente hacia mi cabeza. Yo pude agacharme, y por suerte no me impactó. Me gritaba que “eso” me pasaba por tener las “manitos blancas”. Tener las manos blancas, en ese momento, era símbolo de ser estudiante y protestar. Era símbolo de salir a manifestar en paz. Era estar desnudo ante una idea que empezó a existir desde el odio. Nos atacan. Se burlan. Nos acosan. Tiene miedo de mirarnos a los ojos.
Oriette D’Angelo (Caracas, Venezuela, 1990). Estudió Derecho en la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB) y Maestría en Comunicaciones Digitales en DePaul University (Chicago). Autora del poemario Cardiopatías (Monte Ávila Editores, 2016; Premio para Obras de Autores Inéditos, 2014). Seleccionó y prologó la antología de poesía venezolana Amanecimos sobre la palabra (Team Poetero Ediciones, 2017). En 2015 obtuvo el segundo lugar en el I Concurso de Crónicas de la Fundación Seguros Caracas y en 2016 el tercer lugar en el Concurso Iberoamericano de Poesía “Letras de Libertad” de Un Mundo Sin Mordaza.
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