La literatura en las diferentes etapas del proceso histórico social fue entendida exclusivamente como “cosa de hombres”, en la actualidad aunque muchas mujeres han escrito y publicado de manera prolífica, sus obras poco se conocen, son pocos los nombres de mujeres poetas que la población puede nombrar, y son pocos los poemas escritos por mujeres que alguien pueda recitar. Sus textos no son tan citados, pocos de ellos forman parte de las cátedras de literatura y poesía en las universidades y, sus versos no son tan difundidos y viralizados. Esta situación se profundiza cuando se trata de poetas en cuyos escritos de forma explícita o solapada puede evidenciarse un pensamiento feminista como es el caso de María Calcaño (Venezuela), Alfonsina Storni (Argentina) y Adela Zamudio (Bolivia), quienes pueden ser consideradas como las pioneras de la poesía feminista latinoamericana.
La poeta María Calcaño destaca por haberse enfrentado al implacable conservadurismo de la sociedad venezolana de principios del siglo XX. En 1935 publicó su primer y único poemario en vida titulado Alas Fatales, sin embargo, este texto fue considerado inmoral, acaloradamente criticado y repudiado por una sociedad patriarcal en donde era inconcebible que una mujer transgrediera la feminidad tradicional, y más aún, que escribiera sin disimulos sobre el deseo, el autoerotismo y la sexualidad para el placer en poemas como: Tarde, Totalidad, Madrugada, Zeta, Nueva, Recodo, Me ha de bastar la vida, entre otros. Las críticas en su círculo familiar y social por su divorcio, el rechazo de su obra, aunado a los señalamientos y la persecución por hacer “un tratamiento osado de lo erótico, pionero para la Venezuela de su tiempo” como lo calificara la poeta y traductora Márgara Russotto, la llevaron a exiliarse en Ecuador; pero no sin confrontar esas críticas contra ella dirigidas en poemas como “Grito indomable”: Cómo van a verme buena, si me truena, la vida en las venas. ¡Si toda canción, se me enreda como una llamarada!, y vengo sin Dios, y sin miedo…, ¡Si tengo sangre insubordinada!, Y no puedo mostrarme, dócil como una criada, mientras tenga, un recuerdo de horizonte, un retazo de cielo, y una cresta de monte!, Ni tú, ni el cielo, ni nada, podrán con mi grito indomable.
Durante décadas su obra poética fue ignorada y silenciada por la comunidad literaria, por el hecho de ser mujer, pero también por atreverse a desafiar el mandato de la feminidad tradicional, pues como señalara la escritora María Eugenia Bravo: la poeta María Calcaño fue “acorralada y desconocida, además, porque su poesía tocaba fibras sensibles de la moral en uso, en una ciudad que se ha distinguido a lo largo de su historia por alimentar un persistente y aguerrido conservatismo”.
Alfonsina Storni, aunque en la actualidad es exaltada como una de las principales poetas argentinas, fue repudiada en su época. Tuvo un hijo producto de un amor con un hombre casado, lo que significó una de sus mayores transgresiones en una sociedad profundamente machista y conservadora, lo cual rápidamente la convirtió en objeto de estigma. No obstante, a través de poemas como “Oveja descarriada” se permitió confrontar las críticas y burlas de otras mujeres, reafirmando el derecho a romper con lo impuesto y salirse del rebaño, pero sobre todo, por la voluntad de ser dueña de sí misma: Oveja descarriada, dijeron por ahí. Oveja descarriada. Los hombros encogí. En verdad descarriada. Que a los bosques salí; estrellas de los cielos en los bosques pací. En verdad descarriada. Que el oro que cogí, no me duró en las manos y a cualquiera lo di. En verdad descarriada, que tuve para mí, el oro de los cielos por cosa baladí. Es verdad descarriada, que estoy de paso aquí.
En 1916 publicó su primer poemario La inquietud del rosal, no obstante, el libro no tuvo una buena aceptación por su tratamiento de la vivencia de la sexualidad sin reparos y le valió la calificación de “escritora inmoral”. Cuando su madre le pregunta cuántos libros ha vendido, la poeta le respondió: “Muy pocos, mamá. Las mujeres lo rechazan. Dicen que soy una escritora inmoral. ¡Qué hemos de hacerle! No sé escribir de otro modo”.
La obra de Alfonsina se caracterizó por la musicalidad de sus versos, por el empleo recurrente de la metáfora como recurso poético, y por la intensidad en el abordaje de temas como el amor, el erotismo y la soledad, pues, como ella misma afirmó “hice el libro así: dimiendo, llorando, soñando, ay de mí”. Además, un aspecto clave de su producción literaria fue la visibilización y la inconformidad ante las desigualdades existentes entre hombres y mujeres, el cuestionamiento de la expectativa y las exigencias sociales que recaían sobre la feminidad, el rechazo del dominio masculino expresado en el amor romántico y el matrimonio, pero también la visibilización de la dureza de la maternidad en poemas como Veinte siglos, Tú me quieres blanca, Pudiera ser, Canción de la mujer astuta, Oye, La que comprende, Van pasando mujeres, Hombre pequeñito y otros.
Por su parte la boliviana Adela Zamudio en 1903 publicó en París el poemario Ráfagas, pese a proceder de una familia religiosa, se enfrentó a la Iglesia Católica con su poema “Quo Vadis?”, en el cual criticó de manera feroz la desigualdad social y la hipocresía de esta institución. Esta afrenta generó gran revuelo en la conservadora y tradicionalista sociedad boliviana; sectores de la población enardecidos recolectaron firmas para una carta de desagravio al papa, y finalmente fue excomulgada.
Aunado a ello, Adela nunca se casó por lo cual fue constantemente interpelada, muchos lo atribuyeron a un fracaso amoroso en su juventud, pero tendría más sentido que optara por la soltería al rechazar las condiciones de dependencia y dominación masculina a la que debían someterse las mujeres de su época y que tanto cuestionó en poemas como El hombre, El cisne, Progreso, Cuando estés con una mujer y Nacer hombre. Su multifacética obra, en la cual es posible considerar poesía, cuento, novela y ensayo, derivó en su rechazo al haber cuestionado la situación de la mujer, su reclusión en el espacio privado, su exclusión de los espacios de liderazgo, producción de conocimiento y toma de decisiones políticas y sociales, pero también el derecho al placer, en poemas como “Cuando estés con una mujer”: Cuando estés con una mujer. Hazle el amor, no solo tengas sexo. Dile que la amas, que estás loco por ella. No solo la bese y entres de lleno.
De este modo, María Calcaño, Alfonsina Storni y Adela Zamudio, en países y momentos distintos, hicieron ruptura con los valores tradicionales de su época y sociedad, cuestionaron las desigualdades, así como, la expectativa y las exigencias sociales de convertirse en esposas, madres y amas de casa. Escribieron sobre temas tabú como el adulterio y ser madre soltera, e incluso hicieron referencia a la dureza de la maternidad, la vivencia de la sexualidad y el derecho al placer. Por estos hechos fueron duramente estigmatizadas y criticadas, consideradas inmorales, excomulgadas, sus obras prohibidas, repudiadas por sus familias y círculos sociales; condenadas a la pobreza, pero sobre todo castigadas con el recibimiento hostil de sus escritos y la condena de sus obras al olvido.
En la actualidad continúan siendo sancionadas de forma solapada, sanciones manifiestas en las dificultades para hallar editoriales y editores que reediten sus obras, en el silencio de la comunidad literaria sobre su producción, en las críticas donde se intenta minimizar el impacto y calidad de sus obras; pero sobre todo, en la reducción de sus contribuciones a una perspectiva femenil considerada sin valor social, literario y colectivo.
Esther Pineda G (Caracas, Venezuela). Socióloga, Magíster Scientiarum en Estudios de la Mujer, Doctora y Postdoctora en Ciencias Sociales, egresada de la Universidad Central de Venezuela. Autora de los libros “Roles de Género y Sexismo” (2011), “Las mujeres en los dibujos animados de televisión” (2013), “Bellas para morir” (2014), “Machismo y Vindicación. La mujer en el pensamiento sociofilosófico” (2017), entre otros.