Mi hija todavía no ha nacido. No existe. Es una entelequia de mi mente. Pongamos que se llamará/ría Hannah. Mi potestad educativa parcial versará en alejarla de los extremos: no sobreprotegerla, ni tampoco en minimizar o excederme en la disciplina. Le explicaré que el futuro que le tocará vivir tiende a dos eventos paradigmáticos en crecimiento exponencial: la devastación climática y la integración de la IA en el ser humano. Quizás nazca en 2021 o 2022, o puede que nunca. ¿Quién sabe?… Pero si sucediera lo primero, cuando cumpliera la mayoría de edad, el mundo será lo que Musk; HANSON; Ishiguro; Silicon Valley; Boston Dynamics; Alphabet Inc.; la Universidad de Berkeley; el MIT; y los intereses creados por las grandes potencias, determinen. Es muy probable que Hannah vislumbre que el mundo de sus padres era todavía bello y, al mismo tiempo, tan siniestro como un pasadizo en plena calle de Rotterdam. El salto al vacío que estamos dando ahora… de eso ella no será consciente sino siguen perpetuándose los grandes libros del pasado dispuestos en un anaquel oxidado. Aunque, tal vez, parte del pasado y todo lo que nos enseña, estará, en aquellos lejanos días, suspendido en una nube: en el ciberespacio o simulando el viaje de tránsito a la muerte como en el Bardo Thodol.
Sin embargo, algo que no cambiará nunca es la existencia del Mal. Sus manifestaciones son coeternas a nuestra aparición instintiva y apocalíptica. Someter los instintos como los noruegos, no evitará la aparición de psicópatas como Breivik, y desparramarlos como los anarquistas hippies y okupas, sólo traerá los mismos gurús de siempre y nuevas Matanzas de Texas. ¡El odio, el incesante odio! Siempre existirá la mente criminal: habrá violadores, asesinos, maníacos, misántropos, perversos, etc. Es notorio que las redes sociales han removido la conciencia satánica, y el Mal está avanzando sin dilación. Así pues, si tuviera que dejar un único mensaje a mi futurible hija, trataría de enseñarle el significado del binomio libertad-responsabilidad, que se ha roto por la inoculación del veneno ideológico anarquista, y que coloca a cualquiera en el ojo del huracán por derecho. Así pues, mi mensaje sería/rá:
“Hannah, te habla tu padre. Te escribo para decirte que mientras yo no esté en tu presencia (no será suficiente el modo holograma), tendrás que prometerme que te cuidarás de los peligros que acechan. Debes saber que la libertad y los derechos no existen en la jungla de asfalto. La Libertad es un ideal al que que debemos tender, está en nuestra querencia espiritual, pero las cadenas a lo contingente, a lo mundano, son demasiado férreas. Otra cosa: En la tierra, no todos somos iguales. Hay algunos que son más fuertes, otros más débiles. Tanto físicamente, como mentalmente. Algunas ovejas se disfrazan de lobos, y bajo ese disfraz, irán a por ti. Nadie que sea fuerte te dañará a propósito porque el fuerte siempre se rige por su conciencia, por su código ético, por sus principios; así que no sospeches del lobo, en cambio, cuídate del que alardea, se encierra en las apariencias y es demasiado educado. Los modales son una impostura. El débil malvado disfrazado de lobo buscará seducirte, persuadirte, se victimizará, te manipulará; mientras el fuerte tratará siempre de ser natural y honesto. Este último te puede dañar igualmente, pero sin intencionalidad.
Debes tener claro que tu libertad se gana con la consciencia de que no puedes ponerte en peligro. Nunca se te ocurra ir sola a las cuatro de la madrugada, menos aún quedarte quieta, sentada en un banco. Da igual lo que oigas a tu alrededor sobre las libertades y los derechos. Insisto: La Libertad no existe, es un concepto ideal de la mente humana, es algo que sobrevuela nuestras cabezas, nos sobrepasa. Para ser libre de facto, es decir, parcialmente, debes ser responsable de ti misma y de lo que podría dañar a los que están y estamos a tu lado. Incluso cuando te pongas al volante deberás pensar en esto que te digo. A partir de ahí, cualquier accidente puede suceder, si así lo quiere el destino o la suerte. Pero nadie osará juzgar tu falta de responsabilidad, tu falta de consciencia del peligro. Ni siquiera tú misma porque te darás cuenta de que el daño físico y emocional es irreversible. Pero, créeme cuando te digo: El Mal está ahí fuera. Siempre lo estará. No depende de la educación totalmente. La ignorancia, el odio y el instinto primitivo son los venenos del mundo; y ellos no se erradican con la educación. Los débiles de carácter, que son los más, no saben autodominarse, y se dejan llevar por los efluvios dionisiacos, por la perversión y la comodidad de lo fácil. El Mal está en la violencia del primitivismo, en la conciencia removida, nace justo antes de la guerra y se manifiesta muchos años después de ella cuando todo parece estar en calma. El Mal sabe del placer a toda costa, nunca del amor. Busca la ruptura y la destrucción, nunca la unión.
¡Acuérdate! Siempre debes estar alerta, no creas que el mundo está a tus pies y que nadie puede tocarte, aunque veas que eso sucede habitualmente. Algún día te toparás con alguien sin escrúpulos, a quien no le importen tus sentimientos y que quiera cazar tu piel. A todas las mujeres les ha pasado esto alguna o algunas veces en su vida. Cuando ocurra, deberás ser astuta, no inteligente. No pienses, actúa rápidamente. Recuerda que ya todo debe estar pensado. Ahí reside la libertad de facto: tu escaso, pero necesario dominio de las cosas que acaecen.
Cuando sientas miedo, no temas tenerlo, porque el miedo es tu aliado, está instalado en nuestra mente para ayudarnos ante los peligros. Cuando llegue, deberás abrazarlo como abrazas a un ser querido, así se liberará tu verdadera fuerza. Otra cosa: No se te ocurra emborracharte, bebe con moderación. Ebria serás una presa fácil. Así que cuando veas que es suficiente, detente. Piensa por un instante en el Mal y estate alerta. Piensa que estás siendo irresponsable, que no podrás cuidarte de ti misma. El alcohol (otras drogas también) cambia el perfil psicológico de las personas, envalentona e instaura una agresividad en la sombra, que puede salir en cualquier momento a la luz. No te excedas. Disfruta de tu juventud sin excesos. No vale la pena. ¿Sabes por qué? Porque nada que suceda de fiesta será significativo en tu vida ya que nada que suceda estando borracha lo recordarás fielmente en tu memoria. El valor de tu vida se reducirá a una película de menos de diez escenas con momentos mágicos que se habrán quedado grabados a fuego en tu memoria, y quedarán alojados en una capsulita para el próximo viaje.
Recuerda Hannah, recuerda lo importante que es ser libre siendo responsable de tus propios actos. Sé dueña de tu propio destino, mientras de ti dependa. Aunque las cartas estén marcadas y alguien tire los dados, trata de no dejarte llevar por la corriente. Si te pasa algo a ti, nos dañarás a tu madre y a mí. Y lo peor de todo, es posible que tu vida se apague. No hablo de accidentes, de la eventualidad, Hannah. Hablo de ser consciente, de tu responsabilidad como persona adulta. Asimismo, hemos actuado tanto tu madre como yo durante toda nuestra vida.
Espero que este mensaje lo puedas leer algún día. Te lo lleve el río Mnemósine de aguas cristalinas, cruce los océanos y el mar Muerto, se despliegue ante ti como la hoja de un pergamino, y de vez en cuando, cuando yo no esté, y te ocurra algo que te disgusta, sea lo que sea, puedas leerlo sentada en una duna oteando el horizonte. Aquí estoy, en la nube” .
David Ortega (Bilbao, España, 1981). Es licenciado en Filosofía con Master en Filosofía teórica y práctica, UNED. Ha escrito un libro de viajes autobiográfico: El último viaje, sobre Alaska (USA); una novela de ficción: El secreto de Nina; y una novela negra que pronto estará disponible: Casi héroes. Sus tres escritos están basados en hechos reales. También ha realizado un ensayo sobre los fundamentos ontológicos de la estética: Diaphainon, que obtuvo la máxima calificación en la carrera.